Noche de otoño
Martes por la noche. Parada bajo techo en la Avenida Rivadavia.
Un hombre de más de 60 años, pelo bien corto y canoso; bien vestido, con camisa blanca a rayas azules, pantalón claro y zapatillas. Una bufanda de lana gruesa anudada a su cuello y campera.
Mientras toma de a tragos largos una botella de cerveza vidriada, musicaliza su velada con la Mona Jiménez en su celular. Mira perdido a la nada, por momentos menea graciosamente los hombros acompañando el ritmo.
-Flaca, ¿tenés fuego? -pregunta agitando un cigarrillo en el aire.
Ante mi negativa, lo vuelve a guardar sin chistar. Y vuelve a agachar la mirada.
Por momentos, sentado en el banco, empieza a caer inclinado lateralmente, como adormilándose. Luego resurge.
¿Qué pasará por su cabeza? ¿Qué sentimientos se moverán en su interior? ¿qué secretos guardará? ¿estará intentando olvidar algo o a alguien?
Mi colectivo llega y lo paro. Cuando me dirijo a las escalerillas ascendentes, levanta la cabeza y uno de sus brazos, grita algo que no entiendo. Me voy. Escribo éstas líneas.
JS
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