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Murmullos

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  Esas nubes, sin duda, escondían algo. No sabía qué, pero esos murmullos se desparramaban como un barrido: corrían de un lado hacia otro, ocultando el azul tornasol del cielo. Sin embargo, estaba segura que debía dilucidar ese secreto a voces; pues una tarde nublada de domingo, tiene mucho para decir. Como me propuse averiguarlo, decidí plantarme en un café, a observar fijamente el horizonte, tras el vidrio. Así, luego de horas, lo descubrí...pero tuve que prometer guardar el secreto. JS

La escondida

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  Microcuento Allí se disponía, lista para abofetearme... la realidad,  me esperaba  a la vuelta de la esquina. JS 18.05.23

Relato simple

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  Viernes,19 hs. Cuarenta grados de sensación térmica en la Ciudad de Buenos Aires. Como era de esperarse, casi llegando a la parada del colectivo, éste pasa por delante de mi nariz, raudo como un caballo, casi burlándose de mi decepción por no alcanzarlo. Me dispuse a esperar, con una disimulada actitud de falsa paciencia, al próximo coche de una línea que, ¿por qué negarlo?, no tiene fama precisamente por su buena frecuencia. Sin embargo, para sorpresa de todos los presentes, a los escasos diez minutos, fulguró en el horizonte de un ocaso de verano ardiente. Antes de ascender, hubiera asegurado que iba a estar fresco y refrigerado, puesto que el aire acondicionado estaba funcionando, pero ésta expectativa se fue a pique, al corroborar que el único aire que se experimentaba allí, era denso y pegajoso, aún cuando no era excesiva la cantidad de pasajeros. Cuando luego de un buen rato haciendo malabares, cual samba en parque de diversiones, sosteniendo la bandeja con comida que llevaba,

Un viaje

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Desde pequeña no subía al viejo desván de la casa de mis padres. Numerosas sensaciones me atravesaron mientras transitaba entre cajas cerradas, muebles cubiertos de polvo, un perchero roto y muchos relojes. Pero la piel se me erizó cuando me topé con ese baúl decorado con stickers que coleccionábamos con mi hermana. Lo abrí con un dejo de melancolía, mientras despejaba cada recuerdo rodando por mis mejillas. Hasta que descubrí tu carta, esa que me escribiste cuando éramos compañeros de banco en la escuela y que rezaba ¿Querés ser mi novia? Miré mi dedo anular, recordando mi respuesta. Jazmín Sevilla Publicado en Revista Literaria Ginkgo

Inicio entrellado

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  ¿Quién dijo que la vida real no inspira? No lo dudaba, éste sería un Año Nuevo distinto. Tras intensos doce meses en que había vivenciado todos los condimentos, podía concluir que los sucesos positivos, habían superado, por lejos a los otros, esos que uno prefiere dejar atrás y asignarles un cómodo lugar en el olvido. Allí estábamos, levantando las copas de Ananá Fizz y de juguito, para la menor de la familia, a la hora cero. Turrones, garrapiñadas y demases calóricos clásicos se compartieron alrededor de la mesa, entre abrazos presenciales y audios mediante los teléfonos. Todo muy normal, sí, como cada primero de enero a partir de la medianoche. Al instante menos pensado, "pum", los ruidos se disiparon y nos quedamos completamente a oscuras. Luz de emergencia de por medio, y conectando los datos móviles, recibo mensajes por un grupo de Whatsapp anunciando que en mi edificio también se había cortado, así como en media Capital más. Emprendimos el camino a mi hogar por las ca

Antes de mañana

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Atendió unos platillos por aquí, aseguró unos tambores por allá. Se calzó unos acordeones en la oficina, arregló unos acordes de guitarra en el auto y percutió unos timbales en el gimnasio. Además, golpeteó unas panderetas en los consultorios médicos y afinó un violín en su otro trabajo. Por la tarde, pasó por unas trompetas en el supermercado y no olvidó los clarinetes en las tres videollamadas seguidas de Zoom. Antes de que anochezca, n o hay nada que se le pase por alto a la mujer-orquesta.  ¿O sí? Jazmín Sevilla @js__arte

Microcuento: El banquete

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                   Una vez que se ató los cordones, se puso en pie. Tomó impulso y empujó, con ambas manos, las enormes puertas doradas. A Linda no le alcanzaban los ojos para deleitarse con tan lujoso salón. Un camarero la invitó a tomar asiento a la mesa y concurrieron varios servidores a traer un sinfín de bandejas llenas de manjares. En un fugaz instante, ella divisa que la tetera le guiña un ojo y que el simpático candelabro comienza a danzar sobre el mantel.  Esto me suena… Un gran pellizco a sí misma le confirma que no estaba ebria ni soñando. Aún con el ambiente cerrado, un imponente viento se hizo notar de golpe; ella trató de sostenerse de los pesados sillones, pero sin embargo, el soplo fue tan fuerte, que terminó aterrizando en el living de su casa.  Claro, el libro estaba  junto a la ventana…¿pero cómo entré en él?